4 de abril de 2015

¡¡¡MÁS MADERA!!!


Con esta frase trataban los Hermanos Marx de acelerar la marcha del tren en el que viajaban, y una parecida gritaba el protagonista de la archiconocida novela de Julio Verne “La vuelta al mundo en 80 días” mientras alimentaba las calderas del vapor en el que viajaba de vuelta a Londres con la madera arrancada de la propia cubierta del buque.

Esto nos da una pista del amplio espectro de usos que se le pueden dar a la madera: empezando en la más remota antigüedad la hemos usado para construir desde utensilios de uso común hasta complejas estructuras arquitectónicas, pasando por medios de transporte tanto terrestres como marítimos y fluviales, e incluso aéreos, o simplemente los puentes que nos permitían cruzar a pie seco a la otra orilla de cualquier curso de agua. Hemos dormido encima de ella, nos hemos llevado la comida a la boca con ella e incluso nos hemos lavado dentro de ella.

Con ello queremos decir que la madera es uno de los materiales más versátiles y de más fácil acceso de los que el hombre dispone. Y además es un recurso renovable y reutilizable, y al final de su vida útil nos puede servir como combustible.

Sin embargo, la propia abundancia de este recurso lleva consigo sus propios handicaps, ya que a cada localización geográfica y a cada tipo de clima se adapta un determinado tipo de bosque con especies muy diferentes, y la madera obtenida de cada árbol tiene sus propias características. Ello conlleva una enorme variedad de características estéticas (color, veteado, presencia de nudos, textura, olor...) y físicas (densidad, dureza, flexibilidad, porosidad, índice de aislamiento termoacústico, contenido de humedad, presencia de aceites o resinas...).

Y esto, básicamente, es lo que a los autores de este blog nos ha llevado al borde de la desesperación. En nuestra infinita arrogancia se nos ocurrió hacer una entrada sobre el mejor tratamiento a aplicar a la madera, tanto para exteriores como para interiores. ¡¡¡Y no lo hay!!!. Resulta que un tratamiento ideal para una conífera puede no serlo para una frondosa, y el que funciona estupendamente en una madera tropical es una catástrofe en ciernes para otros tipos de madera. Peor que eso: un tratamiento decorativo puede no tener nada que ver o ser contraproducente a la hora de proteger la madera contra agentes xilófagos, que son “esas cosas puñeteras” que se “comen” la madera.

Por estas razones, y tras la cura de humildad, nos hemos propuesto abordar el tema desde un punto de vista más práctico, y sobre todo, más fácil de seguir. Y con la esperanza de alcanzar, si no la solución óptima para cada tipo de madera, la más adecuada dentro de un uso habitual. Con esto en mente, iremos haciendo sucesivas entradas (quizá alternándolas con otras materias) en las que intentaremos profundizar en el cuidado de madera abarcando los tres principales grupos: protección contra xilófagos, protección frente a agentes atmosféricos, y tratamientos estéticos.

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